En la sección Una canción colombiana para el mundo, nuestro amigo y colaborador Alberto Cardona Libreros nos hablará del poeta Julio Flórez Roa, quien nació hace 150 años en Chiquinquirá, Boyacá, Colombia y murió en Usiacurí, Atlántico, el 7 de febrero de 1923. En 1881 su familia se trasladó a Bogotá, donde Julio inició sus estudios de literatura en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, luego fue a la Escuela Superior de Ingeniería Civil y Militar, donde cinco años más tarde se graduó como ingeniero. Dada la condición bohemia de su carácter, nunca retomó la senda académica y no conoció ninguna lengua extranjera, a pesar de que el francés era imprescindible dentro de los círculos cultos de la época. En 1909, Flórez presentó un recital en Barranquilla, y luego se retiró al municipio de Usiacurí, en el departamento del Atlántico, a tomar una cura de sus aguas medicinales. En ese pueblo se enamoró de una colegiala de 14 años de edad, Petrona, con quien comenzó un idilio, quedándose a vivir en este sitio por el resto de su vida, salvo algunas salidas esporádicas para presentar recitales o por enfermedad. En la aldea de Usiacurí llevó una vida hogareña, al lado de su esposa Petrona y sus cinco hijos. Para el mantenimiento de la familia, se dedicó a labores agrícolas y ganaderas a pequeña escala. En esa época le inició una enfermedad de la cual no se tiene certeza, pero se cree que se trató de un cáncer que le deformó el rostro afectándole la mandíbula izquierda y dificultándole el habla. Las poesías más destacadas Mis flores negras, La araña, Idilio eterno, Abstracciones, Resurrecciones, La voz del río, Reto, Altas ternuras y Oh poetas, entre otras, son consideradas clásicos de la literatura colombiana.
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