El Salón Tenampa es una cantina tradicional de la Ciudad de México ubicada en la Plaza Garibaldi, fundada en 1925 y asociada tradicionalmente al mariachi. Fue en esta cantina en donde se presentaron los primeros grupos intérpretes de este género en la década de los veinte, contribuyendo a su popularidad. Por ese entonces Juan Indalecio Hernández Ibarra, quien poseía una tienda/cantina en Guadalajara, decidió probar suerte en la Ciudad de México con un negocio similar, el cual situó en la calle de Honduras y la Plaza Garibaldi, al norte del Centro Histórico. Al principio, El Tenampa era una tienda en donde se vendía un poco de todo. Don Juan trajo gente de Cocula para que trabajara con él ofreciendo a los parroquianos los ricos platillos jaliscienses: pozole, tacos, tostadas, tortas ahogadas, es decir, panes (birote salado o bolillo tostado para endurecerlo) rellenos de carne de puerco y bañados en salsa roja picante de chile de árbol seco. Doña Amalia Díaz, esposa del dueño, preparaba ponche de granada y de arrayán para los clientes de la casa. Con el tiempo, el ponche de granada se volvió tan famoso que el negocio empezó a transformarse en “un salón cantina que nunca ha entendido de clases sociales, de estados de ánimo o de rangos aristócratas”. El Tenampa se convirtió en punto de referencia para los grandes compositores e intérpretes de la música vernácula mexicana, contándose entre ellos a Lucha Reyes, Pepe Guízar, Pedro Infante y Jorge Negrete, por nombrar sólo a algunos de los artistas que pasaron por allí. Este viernes presentaremos la canción “Mi Tenampa”, de José Alfredo Jiménez, en voz de Pedro Infante; asimismo recordaremos las voces de Cantinflas y Óscar Pulido que en la película El Portero interpretaron “Oye Vale”, en pleno Salón Tenampa.
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CANTINA
“Nunca bajen la cortina, . . . de mi querida cantina.”
Local que expende los vinos,
múltiples “brebajes” finos,
recinto en el que Dionisio,
extasióse, hasta que quiso.
Sitio fiel, paradisíaco,
fortaleza del Dios Baco,
santuario, altar de lo culto,
al que, hoy, le rindo culto.
Un rincón cerca del cielo,
que nos colma todo anhelo,
capilla de caminantes,
remanso, paz de viandantes.
Seguiré tu eterna ruta,
taberna que se disfruta,
tasca de sabia conseja,
cantina de historia añeja.
La decoración, que impera,
vieja caoba, . . . madera,
el preludio de una barra,
las uvas, hojas de parra.
Bar, vitrina, espejo, vidrio,
botellas, hasta el delirio,
cristal, jarra, vino tinto,
sacro, blanco, es indistinto.
Cantinero, diestro mago,
su pócima es empalago,
cáliz, copa que se agota,
ingerir la última gota.
Los Meseros, Capitanes,
diligentes, muy galanes,
brindan trato, de tersura,
a clientes, digna mesura.
Privilegian el servicio,
sirven con arte y oficio,
entre las mesas, manteles,
licores, viandas, son mieles.
El paladar, deleitar,
entre música, gozar,
dulce, etílico letargo,
que provoca el sorbo largo.
Nuestro pensamiento se abra,
empapemos la palabra,
porque Jesús, en su templo,
para darnos el ejemplo . . .
Se alzó una copa de vino,
trazándonos el camino,
hay que bendecir los tragos,
moderemos sus estragos.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
México, D. F., a 08 de noviembre del 2014
Dedicado al Señor Manuel Rosendo Mirón
Reg. SEP Indautor No. 03-2016-070109301200-14