Rosita Serrano, nacida en 1914, fue una cantante chilena que llegó al estrellato en la Alemania nazi y murió en el olvido en Santiago. Se llamaba María Aldunate, pero en la Alemania dominada por el régimen nazi era popularmente conocida como Rosita Serrano. Ahí había llegado en 1936 desde su natal Viña del Mar y ahí se había convertido en una diva: después de tener éxito en un teatro de variedades, alcanzó un estrellato que la llevó a grabar más de un centenar de canciones y más de una decena de películas. Desde fines de los años 1930 hasta principios de los años 1940, obtuvo diferentes papeles en filmes alemanes, manteniendo una muy buena relación con la prensa nacionalsocialista, participando en varios recitales y ceremonias del Tercer Reich y adquiriendo el estatus y conducta social de una diva. De hecho, se ganó el afecto de Adolf Hitler llegando a enviarle una fotografía personal autografiada. En su momento, fue la musa del ministro de propaganda Joseph Goebbels y otros dignatarios, por ende su carrera se potenció enormemente ganando un elevado estatus social. Sin embargo, en la década de 1940, Rosita Serrano empezó a dar conciertos a beneficio de judíos y daneses refugiados en Suecia, lo que provocó la fulminante y enfática antipatía y rechazo del régimen nazi, la requisa y prohibición de emitir sus discos y grabaciones en Alemania y un arresto por presunto espionaje; sus ingresos fueron confiscados. Perdió todos los privilegios de los que gozaba, pasó por Hollywood y África, se casó con un millonario egipcio y volvió a Chile en los sesenta. Décadas más tarde, murió en el olvido en 1997. Con su voz escucharemos las canciones populares “Un viejo amor”, “Adiós mi chaparrita” y “Yo vendo unos ojos negros”.
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