Tata Nacho: la “cantada” no era precisamente lo suyo

Uno de los compositores cuya voz no era un derroche de virtudes precisamente fue el extraordinario compositor Ignacio Fernández Esperón, alias Tata Nacho, quien falleció el 5 de junio de 1968. Nació el 14 de febrero de 1894. Su vocación musical nació cuando era niño al escuchar a su madre, doña Piedad, tocar el piano. Siendo aún muy joven se traslada a la ciudad de Nueva York para estudiar música y durante su estancia es compañero de cuarto de George Gershwin. En la gran urbe conoce y desposa a María Zepeda Ávila, también mexicana. De allí se traslada a España como representante de México en la Feria Mundial de Sevilla de donde parte hacia París, en donde continúa sus estudios musicales y es discípulo, entre otros, de Edgar Varèse. Antes del inicio la II Guerra Mundial, regresa a México ya con la idea de fundar una sociedad de compositores. Así, con el concurso de Mario Talavera y Alfonso Esparza Oteo se crea lo que más tarde se convertiría en la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM) de su patria. Entre otras muchas y destacadas actividades, Tata Nacho, como era cariñosamente conocido desde su adolescencia, fue director de la Orquesta Típica de la Ciudad de México, musicalizó varias películas y fue director musical de diversos programas de radio. Según el sitio de la SACM, el apodo Tata Nacho viene de una ocasión en que sufrió una terrible caída en su escuela y perdió la dentadura completa. Mientras le preparaban una postiza, los demás niños en la escuela se burlaban de él por el modo en que hablaba como anciano y le pusieron el apodo de Tata Nacho, el cual se le quedó para toda la vida.

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